jueves, 5 de octubre de 2017

Una grata sorpresa en un paseo por Peñas. Búho campestre. Asio flammeus. Curuxa Mariñana.

Ayer día 04 de octubre dedique la mañana a una visita pajarera por uno de los lugares más habituales de mis salidas fotográficas a lo largo del año, el Cabo Peñas. Un lugar del que la mayoría de los aficionados coincidirán conmigo en que es muy especial, en cuanto a que allí puedes encontrar especies de todo tipo y condición, sobre todo en épocas de paso migratorio, ya que utilizan la rasa de este importante saliente de la cornisa cantábrica, para hacer un descanso en sus largos recorridos migratorios o incluso para establecerse temporalmente en nuestro territorio, evitando así sus frías zonas de origen.




No debemos olvidar que el Cabo Peñas, en el concejo de Gozón, es el punto más septentrional del Principado de Asturias y constituye una importante referencia de muchas aves en su periplo migratorio, tanto de entrada desde el mar, como en su momento, de salida por tierra hacía sus territorios de cría en el norte y centro de Europa.




Ayer concretamente dedique toda la mañana a uno de los dos diferentes hábitats que podemos encontrar allí. Me refiero a la zona de la rasa de brezal/tojal que queda en la zona oeste y en la que en los últimos días se habían visto especies interesantes como el Chorlito carambolo o el Chorlito dorado, a los que en anteriores ocasiones he podido fotografiar en esa zona.




La verdad es que nada más llegar a primera hora me lleve una gran decepción, pues la previsión meteorológica para esa zona, era de un sol radiante durante toda la mañana, cosa muy de agradecer para cualquier aficionado a la fotografía, para así poder utilizar parámetros que favorecen las tomas de fotografías de aves, sobre todo cuando están en movimiento. Pues bien, no solo no apareció el sol ni un solo momento a lo largo de la mañana, sino que el cielo estaba muy nublado, con unas nubes bastante oscuras, un viento importante y un orbayo que estuvo presente durante largos periodos de tiempo, es decir todo un fiasco para poder realizar alguna fotuca mínimamente decente.




Parecía a priori una zona estupenda para pasar una mañana distraído, pues a la buena previsión meteorológica, se añadía las buenas perspectivas de llegada de aves en paso, dado los vientos del este que estos días teníamos y que normalmente en esta época, favorecen la llegada de aves raras o escasas, o si se quiere, no muy habituales en la zona. 




A primera hora, tras darme una primera vuelta por la zona y localizar a tres Chorlitos dorados en su lugar habitual y realizarles alguna foto a cierta distancia, decidí abandonar la zona y refugiarme en el coche, dada la mojadura que poco a poco me estaba cayendo encima, así como el fuerte viento reinante, con la esperanza de que despejara un poco y poder continuar. 




Ya en ese primer escarceo por la zona pude observar como un Aguilucho lagunero realizaba una batida por el perfil costero buscando alguna presa que echarse al buche y a uno de los cernícalos vulgares que tan habituales son por allí. Posiblemente debido a esta presencia en la zona, los tres Chorlitos dorados estaban volando en círculos y emitiendo sus característicos sonidos de alarma, para a continuación y cuando el peligro había pasado, volverse a posar en el mismo lugar de partida. 




En vista de que el tiempo no mejoraba, volví de nuevo a recorrer la zona con más tranquilidad, pudiendo observar por diversas zonas un importante número de paseriformes, entre los que cabe destacar los mosquiteros, petirrojos, bisbitas y collalbas grises, además de los habituales colirrojos.




Pero sin duda el protagonista de la mañana fue un Búho campestre que también se encontraba cerca de la zona de los chorlitos, y que descubrí cuando se encontraba sobrevolando la zona próxima a los acantilados. Toda una sorpresa para mí que intente plasmar en alguna que otra fotografía que de malas maneras le pude realizar, pues su conducta era en todo momento bastante esquiva y en cuanto intentabas la mínima aproximación, remontaba el vuelo para volverse a posar en una zona distante.




El resto de la mañana discurrió moviéndome de un lado para otro en busca de alguna que otra interesante especie y con relativamente frecuentes encuentros con el Búho campestre que, cuando y donde menos te lo esperabas, salía de la nada volando sin apenas darte tiempo para realizarle alguna foto interesante. En tan solo un par de ocasiones y no sin dificultad, pude localizarle posado con mis prismáticos y realizarle alguna foto testimonial del encuentro.




La sorpresa, como suele ser habitual, ocurrió ya casi al final de la jornada matinal, cuando estaba dando otra ronda de observación por la zona del brezal y pude comprobar que en realidad eran dos búhos campestres los que rondaban la zona y que alternativamente me había ido encontrando con uno o con otro según la zona.




Gracias a la presencia de esta peculiar especie de ave rapaz, pude completar una mañana que al final resultó bastante entretenida con tanta aparición repentina de esta hermosa ave que ya he podido fotografiar en otras ocasiones pero en lugares más característicos (Villafáfila) para esta especie y en horas más crepusculares. 




En esta ocasión, como en otras anteriores me ha llamado poderosamente la atención su capacidad de camuflaje, confundiéndose con el entorno y sabiéndose posar en unos lugares concretos muy resguardados a la vista de cualquier observador.




Probablemente la presencia de esta especie en esa zona se deba a que tras su salida migratoria de países del norte y de centro de Europa (Reino Unido, Francia...) con buen tiempo y vientos favorables en dirección Sur, se hallan encontrado con la dificultad de vientos en contra en la zona del cantábrico y hayan decidido hacer una pausa para descansar, reponer fuerzas y esperar un cambio meteorológico que les permitan seguir su viaje sin tanta dificultad hacia tierras de la estepa castellana o incluso cruzar el estrecho de Gibraltar camino de África, donde habitualmente pasan el invierno. Habitualmente, los primeros ejemplares procedentes de fuera de nuestro territorio aparecen a finales del mes de septiembre para, a lo largo del resto del otoño, ir llegando el grueso de los efectivos. A partir de marzo, los individuos del centro y norte de Europa retornan a sus territorios de cría. 




Se trata de una especie de una amplia distribución mundial que se reproduce en latitudes más bien frías, por lo que ocupa la mitad septentrional de Norteamérica, la mitad meridional de Sudamérica, gran parte de Asia y Europa. Durante la invernada, sin embargo, se extiende por amplias regiones de las latitudes templadas y cálidas del planeta. 


Hasta hace un par de décadas, la presencia del Búho campestre en nuestro territorio se circunscribía a la época invernal, si bien existían algunas citas dispersas de reproducción en diferentes lugares del país, sin embargo, desde comienzos de los años noventa, se ha establecido un contingente reproductor en diversas regiones, como Aragón, La Rioja, Castilla-La Mancha, Madrid, Extremadura y Castilla y León. Con todo, su población resulta muy fluctuante y de carácter nómada, en respuesta básicamente a las explosiones demográficas de los topillos del género “Microtus”, que constituyen su presa principal. El área de reproducción más estable dentro de nuestro país se localiza en Tierra de Campos, en las provincias de Valladolid, León, Zamora y Palencia. 


Durante la invernada, España es lugar de destino de numerosos ejemplares del norte y del centro de Europa, que se instalan en ambas mesetas, el litoral levantino y andaluz, el valle del Ebro y la franja cantábrica, así como en Baleares y Canarias.




El Búho campestre (“Asio flammeus”) que en un primer momento se le llamó Lechuza campestre, es la rapaz nocturna más diurna de todas, por lo que hay muchas posibilidades de verla durante el día. Destaca en ella su gran cabeza redondeada en la que resaltan unos grandes ojos amarillos enmarcados por llamativas manchas negras que le dan un aspecto ligeramente “enmascarado” y que raramente te quitan la vista de encima.




Unos preciosos ojos con una mirada espectacular que son capaces de ver en la oscuridad a topillos, ratones o pajarillos para poder capturarlos, aunque también los localizan por el oído mientras vuelan. Cazan tanto desde posaderos como batiendo el terreno a baja altura, lanzándose en picado cuando localizan a su presa. 




Poseen además unas pequeñas "orejas", menores que las del Búho chico, raramente visibles, a no ser que esté en situación de alerta.




En el plumaje del ave dominan los tonos parduzcos y amarillentos en las regiones dorsales y los ocráceos en las inferiores. Como en otras rapaces nocturnas, las plumas del Búho campestre lucen un complejo diseño de manchas, barras y punteados. Tienen el pecho estriado y el vientre en su mayoría sin listas. Los muslos y las patas hasta los dedos están cubiertos de plumas pardo amarillentas.




Las diferencias entre ambos sexos son muy sutiles en lo que al plumaje se refiere, si bien la hembra resulta algo más voluminosa que el macho. Los jóvenes, por su parte, presentan en general tonos más oscuros. 




En vuelo, el Búho campestre luce unas alas largas, muy claras en su parte inferior, donde resalta una característica mancha negra en forma de coma en la zona carpal. Las puntas de las plumas primarias son negras y tiene cola corta y llamativamente barrada. También es característico de esta especie (a diferencia con el Búho chico) un borde blanquecino a lo largo de toda la parte posterior de sus alas.




Las poblaciones reproductoras de este búho han experimentado un considerable aumento en nuestro país como consecuencia, sobre todo, de las explosiones demográficas del topillo campesino y de otros roedores pequeños y medianos. Ocasionalmente pueden capturar pequeñas aves, reptiles o insectos de cierto tamaño, como escarabajos o saltamontes.




Al vuelo tiene un cierto parecido con el búho chico (“Asio otus”), aunque el campestre tiene las alas más largas con el extremo de las mismas negruzcas y acabadas en punta. Además, el tener la costumbre de volar en pleno día sobre terreno despejado, no debería ocasionar dudas sobre su identificación.




Su hábitat suele estar en áreas abiertas y despejadas sin arbolado o con árboles y matorrales dispersos, como áreas cultivadas, pastizales o brezales. En nuestro país alcanza las máximas densidades en cultivos de cereal, barbechos y rastrojeras.




Los problemas de conservación del Búho campestre son similares a los de otras aves ligadas a las grandes extensiones agrícolas de secano. Entre las principales amenazas cabe citar la pérdida de hábitat como consecuencia de las transformaciones agrarias, el empleo de productos tóxicos (raticidas, plaguicidas…), la mortalidad por disparo, los atropellos y los accidentes en tendidos eléctricos. Por otro lado, la expuesta ubicación de los nidos hace muy vulnerables a los pollos y huevos frente a las actividades agrícolas y los depredadores (perros, gatos, zorros, etc.).




En nuestro país esta especie está incluida en la categoría de “Casi amenazada” en el Libro Rojo de las aves de España y aparece como “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.

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