sábado, 28 de febrero de 2015

Una pequeña ave en peligro crítico. Escribano palustre (Emberiza schoeniclus). Escribana de les cañaveres.

Llevo tiempo intentando realizar un mínimo reportaje fotográfico de esta curiosa ave y ahora al visionar las imágenes que he conseguido realizarle recientemente, me impone mucho respeto saber que estoy viendo uno de los paseriformes más amenazados de la península Ibérica, ya que su población reproductora no supera las 400 parejas. 



Soy consciente de que las imágenes no son de ninguna de las dos subespecies que todavía (y a duras penas) se reproducen en España (E. Schoeniclus Lusitanica y E. Schoeniclus Witherbyi), sino que se trata de la subespecie nominal proveniente de Europa central o meridional que habitualmente inverna en nuestro territorio (E. Schoeniclus Schoeniclus). Me provoca un gran respeto el saber que estoy ante una especie que tal vez, si se dieran las condiciones adecuadas, podríamos volver a ver como ave reproductora en Asturias tal y como ocurrió antaño con la E. S. Lusitanica. 



Tal vez la reflexión más importante sea la de pensar qué cosas se han dejado de hacer para que hayamos llegado a la situación actual de desaparición como subespecie reproductora en Asturias aún y cuando las características naturales de nuestro territorio deberían ser favorables tal y como lo son las de nuestras comunidades vecinas que aún conservan algunas colonias reproductoras. 



Según se refleja en el Atlas de las Aves Nidificantes de Asturias (1990-2010) la población asturiana ha pasado de ser de 10-15 parejas (1990-2000) a 0-1 parejas en el periodo (2005-2010) siendo por desgracia imaginable cual podría ser el balance de un hipotético censo que se realizase en el lustro que finalizamos este año (2010-2015) y que lamentablemente, en el atlas queda perfectamente claro cuando describe que, probablemente en la actualidad, la especie se haya extinguido como nidificante en Asturias. 



No obstante, me ilusiona pensar y sobre todo al ver su plumaje prenupcial, que todavía pueda existir aún algún reducto en los dos entornos que se han manifestado como más favorables para ellos que son la Ría del Nalón y la Ría de la Villa. Precisamente, es, en estos dos lugares, donde he podido fotografiar recientemente a la subespecie invernante que, en cuanto entremos en la primavera y aunque parezca mentira, no podremos volver a observar ya que no cría en nuestro territorio. 



Parece ser que otros dos sitios favorables para su reproducción serían la Ría de Navia y la de Tinamayor. ¡Ojalá! pueda volver a repetir esta experiencia en época de cría. 



Nostalgia aparte, comentar que se trata de una subespecie (Emberiza Schoeniclus Schoeniclus) que aparece en toda Europa, Asia y norte de África. 



En la Península Ibérica se encuentra la subespecie E. S. Lusitanica, endémica de Galicia, Portugal y norte peninsular y la subespecie E.S. Witherbyi en el Valle del Ebro, Levante, la Mancha, S.E. de Madrid y norte de Mallorca. Estas dos subespecies son residentes y no realizan desplazamientos de interés, mientras que la procedente del centro y norte de Europa (E. S. Schoeniclus) es invernante y se mezcla en esa época con las residentes en la península. 



Su hábitat habitual sobre todo en primavera y verano, son las zonas de humedales con abundante vegetación acuática en especial los carrizales aunque también gustan de las riberas de los ríos, marismas, pantanos, charcas, pero siempre con gran cantidad de vegetación palustre. En el otoño e invierno es frecuente verlos en las rastrojeras, tierras de barbecho, lindes de campos cultivados o en prados cercanos a esos humedales, alimentándose de semillas y formando grupos de su misma especie o de otros escribanos (en mi caso con E. soteños) u otros fringílidos



El Escribano Palustre es un escribano de un tamaño mediano con una longitud de entre 14-16 cm, una envergadura de entre 21-28 cm y un peso aproximado de 25 gr que para mi tiene un cierto parecido con la hembra del Gorrión común y de hecho más de una vez, me ha hecho dudar de él, sobre todo en el caso de las hembras o de los machos en el otoño (prenupcial) y máxime cuando lo he encontrado en zonas proclives (palustres). A esa confusión contribuyó sin duda el carácter esquivo y huidizo característico de esta especie. 



En general podemos decir que su plumaje está dominado por tonos castaños y pardos listados de oscuro en el dorso y blanquecinos con listas ocres por la parte ventral, pero tenemos que tener en cuenta que en esta especie existe un claro dimorfismo sexual. 



Desde finales de invierno, el macho presenta su plumaje nupcial que es inconfundible con cabeza, garganta y parte superior del pecho de color negro y amplio collar blanco que rodea los laterales del cuello y termina estrechándose en la base de la mandíbula inferior. 



También presenta una gruesa bigotera blanca en la cara que desde la base de la mandíbula inferior se dirige oblicuamente hacia el cuello hasta unirse con el collar blanco que tienen en él. El obispillo es de color grisáceo-azulado. 



La hembra en esta época tiene la cabeza y el pecho de color más pardo, que se hace más oscuro en la zona de las auriculares, destacando en ella una gran lista superciliar de color cremoso blanquecino del mismo color que la bigotera a la que se une en la parte delantera, pero eso si, siempre sin el collar blanco y la mancha negra en la garganta que presenta el macho. El obispillo lo tienen de color pardo y algunas listas de color marrón oscuro en el pecho. El píleo es de color pardo-rojizo finamente rayado y también de color marrón oscuro. 



En otoño-invierno, después de la muda postnupcial (completada en octubre), el macho y hembra (incluso los juveniles) son más parecidos y presentan una cabeza castaño-rojiza, ceja y bigotera ocres y garganta blancuzca; dorso pardo listado de oscuro y partes inferiores claras listadas en los flancos de ocre. 



La hembra en esa época, carece de blanco en el cuello, tiene el obispillo fundamentalmente pardo, la base gris de las plumas del capirote tiene forma de punta de lanza y las del cuello carecen de mancha. 



La cola es larga, muy oscura, casi negra, excepto las dos rectrices externas que son blancas en gran parte y muy visibles, puesto que el pájaro tiene la costumbre de desplegarlas cuando se mueve entre los carrizos o al volar lo que hace que pueda diferenciarse claramente de la hembra de Gorrión común. 



El pico es cónico con el culmen curvado hacia abajo y de color pardo grisáceo claro en la parte inferior y negruzco en la superior. Las patas y los pies son pardo oscuros. Los ojos son de un color pardo tan oscuro que parece negro y están rodeados de un fino anillo periocular de color claro. 



Como ya comenté antes, tienen un carácter bastante esquivo y huidizo lo que a mi particularmente, me ha dificultado notablemente el poderlo fotografiar más o menos decentemente, para lo cual los he tenido que perseguir de un lado a otro, fijándome en su vuelo que es un tanto característico como a sacudidas y siempre fijándome en la cola blanca que despliega al volar para no confundirlo con otras especies con las que frecuentemente se junta en esta época. 



Se alimentan fundamentalmente de semillas de plantas palustres, de hierbas y de gramíneas, así como de las de muchas especies que crecen en los campos después de retirar los cultivos, sobre todo en el otoño e invierno. También y sobre todo en época de cría (primavera y verano), complementa su dieta con multitud de insectos y sus larvas, gusanos, orugas e incluso de pequeños moluscos. 



Al parecer, en época de cría (que tristemente nosotros no podemos observar en Asturias), es un pájaro que canta mucho, en especial el macho que cuando detecta una amenaza en su territorio de cría, emite una voz de alarma y eriza las plumas del píleo. La hembra se esconde más y rara vez sale al descubierto. En esos casos de amenaza y al igual que hacen otras especies, los escribanos se acercan mucho al observador y revolotean por entre los carrizos como queriendo atraer su atención y siempre emitiendo un breve y metálico sonido. 



Su época reproductora abarca los meses de mayo-junio pudiendo realizar entre 2-3 puestas por temporada. La hembra construye el nido en la base de la vegetación palustre (carrizos, juncos) y utiliza para ello hojas secas, raíces, hierbas, pelos, etc. dándole forma de cuenco. 



La puesta se compone habitualmente de 3-7 huevos cuyo color varía desde el ocráceo al oliváceo con delgadas líneas sinuosas y algunas manchas y puntos de color marrón negruzco. A propósito de esto, me parece muy interesante destacar que el nombre de la especie “escribano” proviene de las líneas, trazos o motas muy variadas que presenta la cáscara de los huevos de todos sus representantes, que se asemejan a una escritura hecha con plumilla. 



La incubación dura entre 12-15 días aproximadamente y la lleva a cabo principalmente la hembra. Las crías abandonan el nido alrededor de los 9-13 días de edad pero siguen siendo atendidas por sus padres durante unos días más. 



Quiero finalizar esta entrada de la misma manera que la comencé, es decir, recordando que el Escribano palustre en España se encuentra catalogado desde hace años como un ave “En peligro de extinción” (Catálogo Nacional de Especies Amenazadas) y se estima que ha habido una caída del 80 por ciento de la población reproductora de la subespecie iberoriental. Por ese motivo y para alertar sobre las amenazas que se ciernen sobre esta especie, ya en el año 2009 fue designado “Ave del Año” por la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife). 



Entre las posibles causas de esta situación parecen tener un especial protagonismo la pérdida de los carrizos y la desecación de los humedales debido a la intensificación agrícola que ha sustituido los carrizales por regadíos y cómo no, el uso incontrolado de herbicidas y plaguicidas que contribuyen a diezmar su población al reducir sus fuentes de alimento, tanto animal como vegetal. 



No es casualidad que esta situación de estar al borde de la extinción haya ocurrido al mismo tiempo que la de otras especies de aves ligadas a hábitats agrícolas que dependen de semillas de especies vegetales que conviven con los cultivos, su principal alimento en invierno y de insectos con los que dar de comer a sus crías. El aumento del uso de insecticidas y herbicidas, la concentración parcelaria, el incremento de los regadíos y una mayor mecanización de la agricultura impiden la presencia de estas especies vegetales y de insectos. 



En cualquier caso, la triste realidad es que las dos subespecies ibéricas, E. S. Lusitanica y E. S. Witherbyi, están catalogadas como “En peligro” en el Libro Rojo de las aves de España y no es casualidad que hasta no hace mucho tiempo, el escribano se reproducía en todo el país, y en la actualidad tan sólo lo hace en menos de 40 localidades. 



Por su parte, La subespecie europea E. S. Schoeniclus, actualmente tiene la consideración de “Vulnerable”.

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